
Autor: Miguel Collado Di Franco
Fecha: 5 de agosto del 2021
La preocupación por la inflación de precios se ha tornado mundial. En junio, la inflación de Estados Unidos alcanzó la tasa interanual de 5.3%, el mayor aumento desde 2008. Mientras, la inflación acumulada del año se situó en 3.6% (diciembre-junio, 2021). En República Dominicana, el incremento del índice de precios llegó a ser de doble dígitos en mayo y alcanzó la tasa de 9.32% en junio, situando a la inflación de precios del país como la tercera de América Latina, luego de Venezuela y Argentina.
En términos estrictos, inflación es el incremento en la oferta de dinero. Modernamente, se ha llamado inflación al incremento sostenido durante un periodo de tiempo de los precios de bienes y servicios. Como la causalidad del incremento de la cantidad de dinero sobre los precios siempre ha sido clara para los economistas, no es de sorprender que con el tiempo al último fenómeno se le designara como inflación.
¿Cómo se suele medir ese aumento en los precios? Por medio de la variación del índice de precios al consumido, o IPC. El IPC trata de representar los bienes y servicios consumidos dentro de los hogares. Los bancos centrales también suelen usar otras medidas, como es el caso del cálculo de la inflación subyacente. Esta medida excluye del IPC el componente energético y de alimentos no elaborados. Se argumenta que estos componentes son más volátiles que los demás. Sin embargo, esta práctica es cuestionable. Aumentos de precios son aumentos de precios, y debieran ser considerados como tales sin importar el tipo de bien o servicio de que se trate.
El cuestionamiento se profundiza cuando se sabe que la práctica de excluir estos componentes surgió en la década de 1970, periodo de la mayor inflación de Estados Unidos en la historia reciente. Arthur F. Burns era el presidente de la Reserva Federal (FED) entre los años 1970 y 1978. En un artículo reciente, Stephen S. Roach[1] describe cómo Burns le pidió a su staff de la FED, del cual Roach era miembro, sacar el petróleo y los alimentos del IPC de entonces, por la volatilidad que les atribuía. En ese momento, bajo la orden de Burns, los analistas le quitaron dos componentes que sumados representaban el 36% del IPC de aquella época.
Los requerimientos de Burns de seguir eliminando elementos del IPC continuaron a la orden del día, a pesar de las protestas de miembros de su equipo de analistas. En 1975, el jefe de la FED había dejado solo un 35% del IPC original, y aún así la inflación era de doble dígitos. Fue en ese momento cuando Burns se convenció de que la inflación se trataba de un fenómeno monetario. Sin embargo, fue necesario esperar a Paul Volcker, su sucesor, para poner la casa en orden en términos de control de la inflación.
La experiencia de la década de 1970 presenta dos lecciones importantes para el momento presente. Primero, las estadísticas empleadas en economía suelen servir para acomodar circunstancias temporales de la política que se ejecuta. Aunque permanezcan en el tiempo, muchas medidas no tienen buenos fundamentos y distorsionan la toma de decisiones económicas. En ese sentido, es preciso mencionar el nuevo enfoque adoptado por la FED en 2020 con relación a su meta de inflación. En lo adelante, anunció la FED, el objetivo no sería la meta de 2% de inflación, sino un promedio. Es decir, que en algunos años podría dejar que suba por encima de esa meta para compensar años en los cuales se encuentre por debajo. Ese cambio en la forma de medir la meta de inflación adoptado por la FED de Jerome Powell es una señal muy importante, como lo fue el cambio adoptado por la FED de Arthur F. Burns.
El segundo punto es que la experiencia demuestra que la inflación es un fenómeno monetario. Los excesos de liquidez se traducen en aumentos de precios, ya sea de bienes finales, materias primas, o activos financieros; o de todos a la vez.
Por último, con relación a la forma de medir la inflación de precios, es necesario señalar que el IPC no es una medida fehaciente. Es común, por ejemplo, que empresas disminuyan el tamaño de los empaques de los bienes que venden, o que empleen materiales más baratos para su fabricación. Ambos fenómenos caen dentro de un término que se conoce como shrinkflation[2]. Su práctica ha aumentado en la coyuntura actual, dejando en evidencia que el IPC está subestimando los aumentos recientes de precios.
¿Qué está pasando con los precios a nivel internacional? Una mirada al aumento de los precios desde una óptica de corto plazo, indica que hay factores que han contribuido al incremento de estos. Tal es el caso del encarecimiento del petróleo, con el subsecuente aumento en costos de energía y de transporte. Por otro lado, la oferta de bienes se redujo el pasado año debido a las medidas de restricción de movilidad de las personas; muchos negocios bajaron su capacidad de producción, otros cerraron. La industria de transporte marítimo, y algunos puertos, también han sufrido el impacto de la pandemia, encareciendo los costos de logística y transporte. Bajas tasas de interés y las transferencias hacia los hogares de Estados Unidos han estimulado la compra de casas en ese país, elevando precios de materias primas y bienes relacionados con la industria de la construcción.
Todo lo anterior tiene sentido y no existe mucha discusión sobre su efecto en los precios actuales. Sin embargo, son fenómenos que elevan el nivel de los precios en un determinado momento. No son en sí mismos factores que provocan un incremento sostenido en los mismos, es decir, la inflación de precios.
Es necesario, en consecuencia, tener presente los elementos monetarios. En este sentido, los principales bancos centrales del mundo expandieron la oferta monetaria en unas circunstancias en las cuales las personas no estaban demandando más dinero. De hecho, esto lo hicieron prácticamente todos los bancos centrales con la idea de tratar de estimular economías que estaban contraídas no por falta de liquidez, sino por órdenes oficiales para restringir la movilidad de las personas y para cerrar determinadas industrias; medidas tomadas con la idea de detener el avance de la Covid-19.
La Reserva Federal de los Estados Unidos es el mejor ejemplo de la expansión de los bancos centrales, además de ser el banco que más impacta los precios a nivel mundial por la emisión del dólar. La FED llegó a incrementar M2, uno de los principales agregados monetarios, en más de 26% en este año, un máximo histórico.
De igual forma, el banco central estadounidense ha aumentado el tamaño de sus activos en casi 100% desde el inicio de la pandemia. El crecimiento de los activos de la FED equivale a más de cuatro billones de dólares (o trillones en inglés). El banco central ha estado llevando a cabo su política de quantitative easing o QE. El mecanismo principal adoptado por la FED ha sido la compra de bonos del Tesoro de los Estados Unidos. Aunque la FED no puede comprarlos directamente, los adquiere en el mercado secundario. Con esta acción, al comprar los títulos, está monetizando los grandes déficits que ha provocado la política de estímulos fiscales adoptada por el gobierno de ese país.
Como consecuencia de las compras de bonos, los rendimientos se han mantenido en mínimos históricos, beneficiando al muy endeudado gobierno de los Estados Unidos. Y de paso, a los demás gobiernos del mundo, muchos de los cuales han asumido amplias políticas de endeudamiento. La FED se ha convertido en el principal comprador de bonos del Tesoro y ha ayudado, en consecuencia, a que los precios no se desplomen y a que los rendimientos tengan mínimos históricos.
El tema para resaltar con los rendimientos bajos es que reflejan la compra de bonos por parte de la FED y no expectativas de inflación baja a futuro. La distorsión introducida por la compra de los títulos ha llevado a pensar que la inflación, en consecuencia, es transitoria.
Por otro lado, la liquidez y las tasas bajas han provocado aumentos en los precios de muchos activos financieros y reales, inflando más varias burbujas. Con la monetización de los déficits fiscales y el incremento de precios de diferentes activos, la FED se ha colocado así misma en una situación muy incómoda. Dejar que los rendimientos suban encarecería el costo de la deuda del gobierno de Estados Unidos, y reducir la expansión monetaria o QE tendrá un impacto sobre los precios de muchos activos. En consecuencia, no será tan fácil para la FED revertir la política monetaria expansiva sin ocasionar algún daño. Mientras, tomará tiempo absorber todo el dinero creado por los bancos centrales, por lo que no parece que la inflación será un fenómeno transitorio.
La República Dominicana necesita sortear el periodo inflacionario que apunta a permanecer más allá de lo temporal. La mejor forma de lograrlo es reformar elementos de la economía que mantienen costos altos, y propiciar reformas que contribuyan a incrementar la productividad. Sin reformas estructurales en esta dirección continuaremos con altos costos internos que encarecerán el consumo de los hogares y los costos de las empresas. En un ambiente de inflación mundial, el liderazgo debe actuar en la dirección que lo indican las circunstancias: reformas en los fundamentos de la economía, no medidas de corto plazo que consumen dinero del erario, es decir, de los mismos impuestos pagados por los ciudadanos.
[1] Roach, Stephen S. The Ghost of Arthur Burns, mayo 25 de 2021.
[2] Shrinkflation Is an Economic Monster Worth Watching,
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