
Autor: Mariela Mejía
Fecha: 8 de julio de 2024
Extraído de: Diario Libre
En un contexto en el que se espera el sometimiento de una postergada reforma fiscal, Diario Libre conversó sobre las perspectivas de esta medida con tres expertos
Tres economistas están sentados a la mesa con muchas reflexiones sobre cómo manejar las finanzas públicas. Uno comenta que no es sano para la economía dominicana tener “en vilo” a la población y a los agentes económicos sobre qué y cuándo finalmente propondrá el gobierno en una postergada y anunciada reforma fiscal o tributaria. Coinciden en que, si el gobierno comunica más y mejor el beneficio social que traería, se recibirá un mayor respaldo de los contribuyentes.
“Todo el mundo está a la expectativa de qué tipo de reforma y cuándo (…) Eso no ayuda a la misma economía. Tienes a los agentes económicos a la expectativa; incluso, tal vez haya inversiones que pudieran hacerse en este momento que están demoradas simplemente por toda la incertidumbre”, dice Miguel Collado Di Franco, vicepresidente ejecutivo del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (Crees).
Es la segunda vez en la actual gestión perremeísta que se habla de someter una reforma fiscal. La primera fue en el 2021 y se diluyó en medio de la oposición emanada desde la población a propuestas que circularon que incluían nuevos impuestos. Ahora, someterla parece inminente.
El español Daniel Lacalle, otro de los economistas sentados a la mesa, observa que las reformas se deben hacer en épocas de crecimiento económico, como la actual para la República Dominicana, cuando se proyecta que en este 2024 la nación retome su crecimiento potencial en torno al 5 % del producto interno bruto (PIB). “Si no, luego vienen las reformas inadecuadas en época de contracción y por obligación”, dice el analista.
Durante lo que va del año son variadas las propuestas divulgadas de economistas y entidades locales e internacionales para que el país las pondere en la anunciada reforma. Algunos coinciden en que debe ser integral, es decir, que genere riqueza y crecimiento, y alcance hasta el ámbito laboral (que reduzca, por ejemplo, el costo laboral) y el energético (tal como la privatización de las empresas distribuidoras de electricidad). Pero en ese ínterin, puede aparecer el “hartazgo”.
La fatiga de la reforma
Edmundo Rivera, economista de ER Capital Partners y el tercero a la mesa, observa que la manera en la que se ha manejado la reforma es que con esta se promete que se aumentarán las recaudaciones y así reducir el déficit fiscal del Sector Público No Financiero, que equivale en este 2024 al 3.1 % del PIB.
“Tú haces una reforma prometiendo que vas a recaudar 3 %, por poner un ejemplo, 4 % del PIB, y después, al final resulta que nada más recaudas 1.2 o 1.3 %. Ya al tercer año o al cuarto año se está hablando de otra reforma de nuevo”, dice.
En la historia reciente, se aprobó en el 2011 la Ley 139-11, en la que se establecen gravámenes a los juegos de azar, se aumenta de manera temporal la tasa del impuesto sobre la renta (ISR) de 25 a 29 % y se establece el impuesto a los activos financieros productivos netos que aplicaba solamente al sector financiero, que también fue un impuesto temporal.
Al año siguiente, en el 2012, se realizó una reforma mediante la Ley 253-12. En ella se aumenta la tasa del impuesto sobre transferencias de bienes industrializados y servicios (Itbis) del 16 a 18 %, se gravan algunos alimentos de consumo masivo como el café, el cacao y el aceite. Asimismo, se establece el impuesto sobre los intereses que reciben las personas físicas, se limitan las deducciones admitidas por concepto de intereses pagados, se establece el impuesto a los dividendos o utilidades distribuidas por las empresas a sus socios y se aumenta la tasa de ISR al 29 %, disminuyéndose hasta 27 %, entre otras disposiciones.
Posteriormente, en cada año se introdujeron cambios a leyes tributarias dentro de la ley de presupuesto, con vigencia de un año.
“La última”
“Cada reforma que se vio en el pasado siempre se vendió como que era la última, la gran reforma, y al final se quedó corto”, dice Rivera. Entiende que, si el gobierno promueve la próxima como una obligación exigida por organismos internacionales o porque hacen falta recursos para gastos públicos en transporte, seguridad, educación y salud, “la gente se desencanta”.
Para Lacalle, la reforma fiscal en el país parte de “un grave hándicap”: que es una reforma fiscal que solamente puede considerar un aumento de impuestos. “Porque reforma fiscal también es una bajada de impuestos, pero aquí eso ya se ha eliminado”.
Entiende que también se debe hablar de gastos y ver una reforma fiscal orientada al crecimiento.
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