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Más gasto público no es sinónimo de más desarrollo

Con frecuencia se afirma que el desarrollo de un país requiere necesariamente un gasto público elevado. Sin embargo, la teoría y los datos demuestran que altos niveles de bienestar no dependen del tamaño del Estado, sino de su capacidad para generar un entorno donde las personas y empresas puedan prosperar.

Casos como Singapur e Irlanda lo demuestran con claridad. A pesar de destinar solo el 14.5% y el 23.5% de su PIB al gasto público, respectivamente, estos países superan en ingreso per cápita e igualan en esperanza de vida y desarrollo humano a economías como Alemania o Suecia, cuyo gasto público ronda el 50% del PIB.

Esto pone en evidencia que el desarrollo no se alcanza mediante un mayor gasto estatal, sino a través de condiciones como instituciones sólidas, reglas claras, apertura a la inversión y sistemas tributarios competitivos. En otras palabras, no es el tamaño del Estado lo que determina el desarrollo, sino la calidad del entorno que facilita la generación de riqueza y bienestar sostenido.

Además, es importante recordar que cada peso que gasta el gobierno proviene de los ciudadanos, ya sea mediante impuestos, deuda o inflación. Más gasto estatal implica menos recursos disponibles para que las personas decidan libremente en qué gastar, invertir o ahorrar.

Singapur e Irlanda han apostado por modelos orientados al crecimiento sostenido, con visión de largo plazo, reglas claras y políticas orientadas a atraer inversión y talento. Sus resultados muestran que un Estado eficaz, centrado en crear las condiciones adecuadas para el desarrollo, puede lograr mucho más que uno que simplemente gasta mucho y administra mal.

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