
Autor: Enmanuel Santiago
Fecha: 20 de junio de 2025
Extraído de: El Nuevo Diario
La lenta muerte del peso dominicano: Una lección sobre inflación, dinero fiduciario y el olvido colectivo
Entre mayo de 1984 y mayo de 2025, el peso dominicano ha perdido el 98.9 % de su poder adquisitivo. Esta frase, que debería estremecer las conciencias, pasa muchas veces desapercibida en una sociedad donde el olvido económico se ha vuelto una patología colectiva. Lo que en 1984 se compraba con 100 pesos hoy exige casi 9,000 pesos. Y no, esto no es progreso. Es empobrecimiento disfrazado de crecimiento nominal. Es inflación crónica normalizada.
No estamos ante un fenómeno aislado ni meramente dominicano. El artículo del CREES que inspira estas letras, sitúa con justeza el problema dentro del marco global de las monedas fiduciarias, es decir, aquellas no respaldadas por un activo tangible como el oro. Desde que el mundo abandonó el patrón oro a finales del siglo XX, el dinero dejó de representar riqueza para convertirse en una simple promesa del Estado: un pedazo de papel o un número digital cuyo valor depende de la confianza y de las políticas monetarias de quienes lo emiten. Y esa confianza ha sido, una y otra vez, traicionada.
I. ¿Por qué importa esta pérdida?
Algunos argumentarán que esto es “natural” o que la economía “siempre ha sido así”. Sin embargo, cuando el dinero pierde casi todo su poder adquisitivo en 40 años, lo que estamos viendo es la degradación del contrato social que ese dinero representa. Si una persona hubiese ahorrado 10,000 pesos en 1984 y los hubiese guardado debajo del colchón, hoy tendría apenas el equivalente a 111 pesos actuales en capacidad de compra. Lo que esa persona realmente hizo fue empobrecerse por confiar en la moneda de su país.
Este fenómeno no solo afecta a los ahorrantes, sino también a los trabajadores cuyo poder de compra se erosiona año tras año. Es una forma sutil —pero profunda— de desigualdad estructural: los activos suben de precio, los salarios no.
II. La inflación como impuesto oculto
La inflación es un impuesto sin legislación. No lo aprueba el Congreso, no lo promulga el Presidente, no lo publica la Gaceta Oficial, pero lo pagan todos, y proporcionalmente lo sufren más los pobres. El alza general de precios no responde solo a factores externos o al simple crecimiento de la economía. Responde, muchas veces, a la expansión monetaria irresponsable, a la emisión de dinero sin respaldo productivo y al uso político del banco central como caja de financiamiento de déficits públicos.
El Índice de Precios al Consumidor (IPC), que ha aumentado en más de 8,800 % en 41 años, es la manifestación técnica de una falla ética: la de permitir que el valor del dinero se desvanezca por la vía de la impresión fácil y el gasto excesivo.
III. ¿Y si el oro tenía razón?
La historia da la razón a quienes, por décadas, han sostenido que los metales preciosos como el oro son reservas de valor. Mientras el peso dominicano se desplomaba, el oro ascendía. ¿Por qué? Porque no se puede imprimir oro. Su escasez, su universalidad y su inmunidad al capricho político lo hacen una protección natural frente al deterioro de las monedas fiduciarias.
No se trata de romantizar el oro, ni de proponer un retorno inmediato al patrón oro, pero sí de reconocer una lección fundamental: cuando el dinero se separa completamente de la realidad física y de la responsabilidad fiscal, deja de ser un medio de intercambio confiable y se convierte en una ilusión temporal.
IV. ¿Qué hacer?
Como nación, necesitamos abrir un debate serio sobre cómo proteger el poder adquisitivo del ciudadano común. Algunas propuestas a considerar:
1. Reformas fiscales y monetarias que limiten el déficit estructural. Gasto público financiado con inflación es insostenible.
2. Educación financiera desde las aulas, para que los dominicanos comprendan la diferencia entre ingresos nominales y reales.
3. Fomento del ahorro en activos reales: bienes raíces, inversiones productivas, incluso reservas en metales preciosos.
4. Disciplina del Banco Central, con reglas claras sobre emisión y política monetaria que impidan la manipulación de la moneda con fines políticos.
Lo que hemos vivido no es inevitable. Es el resultado de decisiones acumuladas, de prioridades equivocadas y de la renuncia a defender el valor de nuestra moneda. Mientras tanto, el peso se debilita, los salarios reales se encogen, y la historia sigue repitiéndose.
Urge que aprendamos esta lección, no solo para evitar que en 2065 estemos contando otra pérdida del 98 %, sino para reconstruir la confianza en que el dinero, lejos de ser una promesa rota, pueda volver a ser una garantía de futuro.
Este artículo ha sido escrito con base en la publicación del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (Crees) del 18 de junio de 2025: “El peso dominicano ha perdido más del 98% de su poder adquisitivo en los últimos 41 años”.
Por Enmanuel Santiago
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