Autor: Miguel Collado Di Franco
El nivel de bienestar material de los ciudadanos del mundo mejora en la medida en que aumenta el comercio entre todos. El intercambio de bienes y servicios ha sido fundamental para el progreso de la humanidad y en la medida en que el mismo ha crecido también se ha reducido la pobreza a nivel mundial y ha aumentado la cantidad de bienes necesarios para satisfacer las necesidades de los ya más de siete mil habitantes que compartimos el planeta. En nuestro país el comercio internacional representó US$25,958.6 millones en 2011, de los cuales US$8,535.9 correspondió a exportaciones y el resto, US$17,422.7, a importaciones. Precisamente sobre las últimas y las tasas que las gravan trataremos en este artículo.
En la medida en que aumenta el intercambio internacional, crecen las importaciones para satisfacer las necesidades de los consumidores, pero también para ser usadas como insumos de los productos exportados que lo requieran y que también aumentan con el comercio. Estas exportaciones proporcionan ingresos que permiten aumentar las importaciones, que a su vez incrementan el bienestar de los ciudadanos y así continúa el ciclo.
En condiciones normales, el patrón de comercio entre los ciudadanos de las diferentes naciones está determinado por la especialización y las ventajas comparativas. Los ciudadanos de una país se especializan en producir aquellos bienes en los que son más productivos. De esta manera, la producción del mundo puede aumentar con menos empleo de insumos o, lo que es igual, a menor costo. La reducción en costos y la disminución en precios que se produce a partir de la competencia internacional es lo que permite que se produzcan las ganancias en el comercio que benefician a todos. Ahora bien, lo que sucede en la realidad es que los gobiernos, mediante las políticas públicas de comercio internacional, son los que determinan los patrones de comercio internacional que prevalecen en la realidad. Y un ejemplo de política pública en materia comercial es la firma de tratados comerciales.
En años recientes, República Dominicana ha firmado dos tratados de libre comercio importantes que han impactado el comercio del país. En 2007 entró en vigencia el DR-CAFTA, que estableció un acuerdo comercial con los países de Centroamérica y Estados Unidos. En 2009 entró en vigencia el Acuerdo de Asociación Económica (EPA, por sus siglas en inglés) entre República Dominicana, los países del CARICOM y la Unión Europea. ¿Qué tanto peso tienen las importaciones procedentes de los miembros de esos tratados dentro del total de importaciones locales? Para tener una idea, en 2011 el 51.2% ó US$9,051 millones de lo que importamos en el país provino de países miembros de ambos acuerdos. Si excluimos las importaciones de petróleo y sus derivados del análisis, se obtiene como resultado que alrededor del 61.5% de lo importado en 2011 provino de DR-CAFTA y EPA. Es decir, una proporción muy importante de las importaciones del país que no son carburantes están contenidas dentro de acuerdos comerciales.
Otro dato importante que podemos extraer de una revisión de los datos resulta de la suma del total de las importaciones provenientes del DR-CAFTA y EPA a las importaciones de petróleo y sus derivados. Si al 51.2% que representan las importaciones de DR-CAFTA y EPA le sumamos las importaciones relacionadas con petróleo, que son el 20.5%, el total indica que el 71.7% de todas las importaciones dominicanas ya está contemplado en tratados o corresponde a bienes exentos de aranceles, como es el petróleo y derivados.
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¿Cómo se comportan las tasas arancelarias a la luz del esquema de política de comercio internacional vigente? En la actualidad, existen doce tasas arancelarias que van desde 0% a 99%. Y para ambos tratados están en vigencia sendos calendarios de desmonte, que en el caso del EPA abarca hasta el año 2033, mientras que para el DR-CAFTA las tasas serán desmontadas en el 2026. La mayor parte del comercio actual cae dentro de los primeros siete tramos de tasas que van de 0% a 40%, existen algunos productos que están gravados con tasas entre 56% y 99%, pero estos representan menos del 2% del total de las importaciones.
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Aunque esas son las tasas nominales que debieran pagar los bienes que entran a la economía, la realidad es que el promedio pagado de manera efectiva es inferior en todos los tramos (ver Tabla No. 1). El último cálculo del que disponemos indica que la tasa arancelaria efectiva promedio pagada para todas las importaciones de nuestra economía es de 4.1%. Esto es fácilmente entendible ya que el 62.1% de los bienes que entran al país caen en la categoría que corresponde al primer tramo, de tasa cero. Si sumamos el resto de las importaciones de materias primas, maquinarias e insumos (los tramos de tasas de 3% y 8%), el 68.1% de los bienes importados paga en promedio a penas 0.36% como tasa arancelaria efectiva. Sin embargo, los bienes finales están pagando una tasa promedio de 11.9%. Esto da una idea de la protección efectiva con que cuentan los productores locales. En consecuencia, la estructura arancelaria continúa beneficiando explícitamente a quienes importan insumos por encima de aquellos que importan bienes terminados para el consumo final.
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Cónsono con lo anterior, en términos de impuestos, los bienes finales que entran a la economía son los responsables del 94% del gravamen total pagado. Los demás bienes, en consecuencia, a penas pagan el 6% de los impuestos a las importaciones. Es decir, la carga final en términos de tributación recae sobre los bienes finales importados que consumen directamente los consumidores.
Podemos afirmar que aunque la reducción unilateral de los aranceles de un país es una mejor política, los tratados de libre comercio pueden contribuir a aprovechar algunas de las ventajas del comercio internacional, además de proporcionar algunos beneficios adicionales (e.g., incremento en la institucionalidad del o los países menos desarrollados en este sentido). Como hemos mencionado, si excluimos el petróleo y sus derivados, cerca del sesenta y dos porciento de lo que importa la economía dominicana está dentro de los dos acuerdos comerciales principales, DR-CAFTA y EPA. Sin embargo, como también muestran los datos, a pesar de sus beneficios, los tratados mantienen la protección efectiva de quienes emplean bienes que sirven como insumos para producción local y, desafortunadamente, también pueden convertirse en limitantes para aprovechar las ventajas comparativas de los ciudadanos de los países miembros de los mismos.
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